Tres semanas en inmejorable compañía (I/II)
- Mikel
- Feb 7, 2019
- 6 min read
Updated: Mar 23, 2019
De Santiago a Puerto Varas
El día señalado por fin ha llegado. Finalmente mi hermano aterriza en Santiago de Chile. Llegamos al aeropuerto en nuestro recien adquirido Toyota 4Runner y Élise va a buscarlo mientras yo espero en medio de un caos de vehículos mal estacionados. Al de unos minutos, le veo corriendo hacia mi y salgo del coche para abrazarlo.
Después de unas frases cariñosas nos ponemos en marcha. No hay un momento que perder. Ya habíamos llenado los tanques pero necesitamos nuestro propio combustible, por lo que la primera parada es un supermercado cercano y un almuerzo local. Durante este último tomamos la decisión de ir a pasar la tarde a Viña del Mar y visitar a Hélène, una amiga de Élise. Tomamos la ruta alternativa, con unas vistas estupendas por encima de los cerros. Llegamos a la Playa del Deporte a través de Valparaíso y Viña del Mar. El tiempo esta de nuestro lado así que Jon se da su primer baño en el Pacífico y nos vamos a tomar algo. Después de despedirnos de Hélène, conducimos hasta el parking de la playa de Quintay donde por primera vez armamos la tienda encima del coche y pasamos una noche relativamente tranquila.

Al día siguiente visitamos el Estero Yali y nos bañamos en el Río Rapel. Después, nos dirigimos a Matanzas, donde observamos el Pacífico desde sus acantilados cercanos, visitamos la playa, compramos un par de botellas de vino local y nos regalamos unos helados deliciosos. Por la tarde condujimos hasta Pichilemu para acampar otra vez en el aparcamiento de la playa y junto a la Laguna Petrel. Esa noche libramos varias batallas contra regimientos de mosquitos que no cesaban de entrar en nuestra tienda. Ganamos la guerra pero perdimos mucha sangre...
Nos despertamos con unos cuantos chichones pero enseguida nos recuperamos con unas buenas tostadas de palta (aguacate) que se convertirían en nuestro capricho preferido a lo largo del viaje. De allí viajamos hasta la région vinícola de Santa Cruz, donde disfrutamos de un tour con cata en Viña Mont Gras y compramos un par de botellas. Posteriormente visitamos Viña Viu Manent donde pasamos la tarde y nos permiten acampar en el parking para empleados. El entorno es impresionante. Podríamos quedarnos varias vidas disfrutando de él.
Lamentablemente el tiempo es limitado y el de Jon en Chile todavía más. Los próximos días los pasamos por la larga Carretera 5, donde paramos para contemplar varios lagos, el turístico Salto del Laja y el majestuoso Salto de la Princesa, poco después de llegar a Curacautín. Acampamos por la zona a la orilla de un río con vistas a las montañas. A pesar de parecer un sitio idóneo, la noche viene cargada de viento que no deja dormir a Jon y a Élise. Yo tengo la suerte de dormir como un bebé en cualquier esquina.
Al día siguiente y pese al frío nos levantamos temprano y ascendemos al Cráter Navidad. La subida es empinada y cubierta de pequeñas rocas volcánicas que se tornan resbaladizas. Nos demoramos poco más de una hora en alcanzar la cima. Las vistas dentro y fuera del cráter son magníficas. Después de comer hacemos unas compras y decidimos continuar hacia el Parque Nacional Conguillío para acampar allí, pero nos encontramos con que el acceso está sólo permitido hasta las dos de la tarde, por lo que nos quedamos a las puertas. No pasa nada, nos ponemos cómodos al lado de un riachuelo con pequeñas cascadas y bañeras naturales. El clima es caluroso. Disfrutamos de la tarde y de una buena cena a base de salchichas y patatas fritas caseras, acompañado de un pisco sour improvisado.
Por la mañana pagamos la entrada al parque. El precio está totalmente justificado. Pasamos un día muy bonito haciendo caminatas a través de bosques milenarios, (nos abrazamos a la araucanía más antigua), alrededor de la Laguna Arcoiris (la más cristalina que jamás hayamos visto) y por último visitamos un par de cascadas realmente impresionantes. Ya hemos inhalado toda la belleza que uno podría aguantar en un día, por lo que no nos importa pasar la noche al lado de una porquería. Al parecer los suaves gruñidos de los chanchos calman a Élise y Jon y pasan una de sus mejores noches en la tienda.
Cada día es diferente. La mañana siguiente seguimos conduciendo en carreteras sin asfaltar, a través de bosques y granjas pero siempre con la mirada puesta en el imponente volcán Villarrica. Llegamos hasta la ciudad homónima sin haber logrado encontrar un solo acceso a ninguno de los numerosos lagos por los que hemos pasado. Un poco frustrados, almorzamos en un restaurante para subir los ánimos y después de unas compras rápidas continuamos hacia Pucón, donde a medio camino encontramos varios accesos a las playas del lago. Escogemos uno al azar y nos refrescamos en sus frías aguas.
Después de recorrer brevemente Pucón con el vehículo, decidimos seguir adelante hacia las Termas Geométricas. Debemos pasar por el Parque Nacional Villarrica, cuya vía está indicada como "en muy mal estado". Efectivamente, sólo un 4x4 podría hacer esa travesía que nos lleva un buen rato hacer a una velocidad muy reducida. Conducimos con el imponente Volcán Villarrica a nuestra derecha. Después de muchos baches, enormes agujeros y unos cuantos rebotes, por fin llegamos a las termas poco antes de las 9 de la noche. Es durante esa hora y las 11, la hora de cierre, cuando el precio es más económico, por lo que nos encontramos con numerosos visitantes. El espacio está muy bien diseñado y las numerosas piscinas regulan la temperatura de sus aguas mezclando aguas termales con las aguas del río que corre bajo las pasarelas que las unen. Las dos horas pasan volando. No logramos probar todas las piscinas pero lo pasamos muy bien. Nos volvemos a vestir y cogemos la carretera una vez más. No nos permiten pasar la noche en el parking por lo que nos vemos obligados a conducir hasta Coñaripe, donde montamos campamento frente al lago. Por lo menos esta carretera esta en mejores condiciones.
La noche es un poco movida. A pesar del gran espacio del que disponemos, un grupo de chavales decide aparcar su caravana junto a la nuestra hasta las 4 de la madrugada para escuchar y cantar sus canciones preferidas mientras beben su alcohol favorito. Los tapones ayudan un poco, pero Élise cansada se arma de valor para decirles educadamente que estamos intentando dormir. Por suerte se van al poco rato.
Agotados, remoloneamos un poco a la mañana siguiente. Desayunamos, lavamos un poco de ropa y el coche y nos ponemos en marcha hacia el Salto Huilo Huilo. Después de comer algo rápido pagamos la entrada y empezamos a caminar. Hace 35 grados y cuando empezamos a oír la cascada no pensamos en otra cosa que refrescarnos en el río. El lugar es precioso y el agua cristalina. Seguimos el ejemplo de otros turistas y nos desvestimos para saltar en la poza desde una roca. A pesar de lo fría que está el agua, hasta Élise se anima a darse un chapuzón. Es refrescante y nos sentimos mucho mejor. También visitamos el salto del Puma. Después conducimos hasta la playa Chauquen al oeste del lago Panguipulli donde pasamos la noche.
Al día síguiente tenemos una larga tirada hasta Puerto Varas. Durante el camino visitamos Lago Ranco, el valle del Río Iculpe, almorzamos unos deliciosos crêpes a orillas del Lago Puyehue y nos bañamos en el Lago Llanquihue mientras contemplamos el Volcán Osorno. Con las últimas luces del atardecer llegamos a Puerto Varas. La entrada a la ciudad es preciosa con el lago a la derecha y el volcán de fondo. Es una noche especial ya que Jon cumple años al día siguiente. Decidimos dejar la tienda de lado, ir a un hotelito económico y salir a cenar a un restaurante que nos han recomendado: BravoCabrera. ¡Qué buena elección! La comida está deliciosa y el servicio inmejorable. Nos ofrecen un brownie para celebrar el cumpleaños de Jon y le traen un chupito en llamas. Zorionak Jontxi! Después nos vamos a bailar un rato al Club Orquídea, cuya música resulta mejor de lo esperada. Nos retiramos cuando el regaetton termina por dominar la pista y ya estamos cansados del largo día.
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