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Mendoza - región vitivinícola

  • Writer: Mikel
    Mikel
  • Apr 18, 2019
  • 4 min read

Updated: Jul 8, 2019

Una de las mejores sorpresas de Argentina es que casi todos los pueblos por pequeños que sean cuentan con un camping municipal económico. Después de pasar una mejor de lo esperada noche en el camping municipal de Chos Malal, seguimos por la ruta 40 hacia el norte, dirección Mendoza o la zona del vino argentino por excelencia.


Normalmente solemos calcular la ruta y seleccionar una o dos estaciones de servicio en las que parar a repostar por el camino, pero esta vez un largo tramo de gravilla nos desbarajustó nuestros planes. Después de más 100 kilómetros de cansado camino sin asfaltar y con un consumo mayor de lo esperado, nos dimos cuenta de que no llegaríamos a la próxima gasolinera. Decidimos parar en Bardas Blancas para devorar un sandwich y comprobar que apenas llevábamos un litro de combustible en los tanques de reserva. Así me fui a la aventura y después de visitar lo que parecía ser una antigua estación de pueblo con dos surtidores en desuso me puse a probar suerte con las pocas camionetas que pasaban por allí.


Por fin una paró y me acerco a mi y a mi garrafa de 20 litros hasta la tienda de un señor con cara de pocos amigos. Por supuesto en Argentina se habla castellano pero no entiendí muy bien lo que estaba pasando. Mis nuevos amigos me explicaron que el señor tenía combustible pero que no le apetecía vendermelo en ese momento, que si quería volviera más tarde. No daba crédito a mis oídos pero obviamente nos fuimos de allí con las manos vacías o mejor dicho, con la garrafa vacía. No obstante, aquellos gauchos tenían la solución y me acercaron hasta la llanura donde se celebraba el festival del pueblo con tintes de rodeo. Allí encontramos al dueño de la estación abandonada. Volvimos con él a su almacén, donde tenía escondido un enorme tanque de plástico del que me vendió a mi y a otros dos gauchos que aparecieron por allí unos cuantos litros de líquido amarillo fosforescente para ir tirando. Estaré eternamente agradecido a estas personas tan amables.


Con este precioso fluido llegamos hasta Malargüe donde repostamos a tope en una gasolinera oficial y pudimos continuar hasta San Rafael, donde cenamos y pasamos noche en la Bodega Murville. La verdad que la cena no nos impresionó mucho para su precio pero el tour a la bodega que hicimos al día siguiente nos dejó con mejor sabor de boca. Una vez terminado, paramos en una rotonda a las afueras dónde muchos locales se habían reunido alrededor de sus parrillas y nos preparamos unas deliciosas lentejas con chorizo. Ya saciados, continuamos nuestro trayecto hacia el norte. Paramos en San Carlos, donde después de intentar visitar un par de bodegas nos dimos cuenta de que predominaban las visitas matutinas previa reserva. Resignados, acampamos en una especie de híbrido entre camping y hotel regentado por un motero.


Al día siguiente y después de terminar las lentejas para almorzar, llamamos a la Bodega O. Fournier para realizar una reserva y allí nos presentamos sobre las 4 de la tarde. Nacho nos enseñó primero las modernas instalaciones de tres alturas que utilizan la gravedad como elemento canalizador de la producción. Posteriormente pasamos a la sala de degustacion donde nuestro guía y amigo nos ofreció algún vino más del que estaba incluido en el trato e incluso llegamos a emular a los expertos que hacía escasos minutos habían utilizado diferentes varietales en esa misma sala para crear el blend que querían comprar. ¡Una experiencia extraordinaria y muy divertida! Al finalizar, Nacho nos recomendó el Polideportivo de San Carlos para pasar la noche y hacia allí nos dirigimos.


Amaneció una mañana fresca y después de un desayuno rápido volvimos a la ruta del vino. Después de tentar un par de bodegas con precios desorbitados, visité la Bodega Gimenez Rilli y degusté un trío de vinos. A pesar del paisaje espectacular y la bonita historia familiar, sus vinos no me convencieron mucho. Antes de nuestra próxima parada nos preparamos un sandwich y comimos un poco de fruta para calmar el hambre. La Bodega Corazón del Sol está a pocos minutos (ambas son parte de un proyecto de 10 bodegas llamado The Vines). Allí una brasileña nos invitó a una copa de su Chardonnay y nos enseñó las modernas instalaciones. También nos explico el funcionamiento de la bodega, la historia de su dueño y la ambición del proyecto. Posteriormente pasamos a la degustación donde probé diferentes varietales de tinto como malbec, tannât y cabernet sauvignon. La degustación y la visita fueron geniales y no tuvieron coste alguno, pero perdí la cartera cuando me vine arriba y compré un par de botellas de su delicioso vino. Para compensar, acampamos entre viñedos y nos preparamos unas hamburguesas para cenar.


A la mañana siguiente, pusimos rumbo hacia la Reserva Natural Manzano Histórico, paso por dónde el libertador José de San Martin cruzó desde Chile. Una vez visitada la zona seguimos por el Valle de Uco hacia la imponente Bodega Salentein, donde degustamos un buen malbec y recorrimos los viñedos por nuestra cuenta. Para comer, paramos en Bodega La Azul donde a pesar de estar hasta arriba nos prepararon una mesa informal en el jardín y disfrutamos de un delicioso menú degustación acompañado con diferentes vinos. Pastel del choclo, choripan y empanadas de entrantes; un jugoso ojo de bife y bondiola braseada de platos principales; y crème brûle de postre. ¡Inmejorable! Visitamos las pequeñas instalaciones después del postre, yo ya un poco tocado. Al anochecer, encontramos un lugar tranquilo y apartado para acampar junto a la cima de Cristo Rey, donde las vistas sobre la Cordillera de los Andes son impresionantes. Teníamos previsto seguir visitando alguna otra bodega más en el camino a Mendoza capital, pero estaba claro que mejorar los días anteriores sería difícil.



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