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Cuenca - accidente emocional

  • Writer: Mikel
    Mikel
  • Dec 18, 2018
  • 3 min read

Updated: Jan 19, 2019

Después de la alta intensidad física de los tres días del Quilotoa loop, la despedida de nuestros nuevos amigos, el maravilloso trayecto en el centenario tren de Nariz del Diablo y muchas horas de carretera, por fin llegamos a Cuenca.


Descendemos del autobús con el cielo ya oscuro y sin haber podido trazar un plan. Lo más seguro parece ser acercarnos a los hoteles de enfrente de la estación y hospedarnos en el más económico. Por 20 dólares el Hotel San Luis nos ofrece una pequeña habitación doble. Pronto nos damos cuenta de que la conexión a Internet es pésima, algo que necesitamos desesperadamente para organizar los próximos días y lo más importante, mandar la última pieza del reportaje para la televisión francesa.


Con mucha dificultad, consigo encontrar un albergue en el centro y enseguida cogemos un taxi que nos lleva hasta él. No les quedan habitaciones dobles pero nos acomodan en una compartida en la que estamos los dos solos. 16 dólares la noche con desayuno incluido! Después de cenar unas pizzas en un italiano cercano, nos disponemos a dar el toque de gracia al video. Es una tarea que nos lleva más de lo esperado y que terminaremos a la mañana siguiente justo a tiempo para enviarlo a París antes del término de su jornada laboral.


Da la casualidad de que este día es nuestro mesversario y sé que Élise tiene los nervios a flor de piel. Han sido muchos días intensos, tanto de actividad física como de trabajo en este primer reportaje. Nuestra piel se está curtiendo en exceso bajo el sol ecuatoriano. Después de mandar el vídeo, le ofrezco dar una vuelta por el centro histórico e ir a un buen restaurante a almorzar. Al rato de caminar un poco la situación explota. Hay tantas inseguridades flotando en el aire... Sin entrar en detalles, conseguimos enderezar la situación y nos dirigimos a un restaurante repleto de ejecutivos almorzando. Ya saciados, encontramos un supermercado donde comprar crema solar y volvemos al hostal a descansar.


Decidimos volver a la calle y continuar visitando el centro histórico. Cuenca es una ciudad colonial con encanto, una enorme catedral con un Nacimiento gigantesco y un bonito paseo junto al río. También cuenta con un par de complejos arqueológicos, vestigios de la cultura inca que observamos desde la distancia. La ciudad es un soplo de aire fresco en comparación con las congestionadas y grises urbes por las que hemos viajado en Ecuador.


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Una vez terminado el recorrido turístico, a Élise le puede su lado más francés y le entra antojo de crepe. Encontramos una heladería/restaurante/crepería italiana en una esquina del parque principal que parece formar parte de una cadena pero en la que sorprendentemente degustamos un crepe bastante decente. En lo que canta un gallo, ya lo hemos terminado y estamos fuera del local.


Inmediatamente, me fijo en unas grandes puertas de madera abiertas de par en par a pocos metros de distancia. La entrada da lugar a un patio interior muy espacioso, del tamaño de una plaza, las columnas de los dos pisos decoradas con luces titilantes color nieve. Allí, en la esquina izquierda un restaurante francés parece darnos la bienvenida. Nos acercamos para ver el menú y descubrimos que también sirven crepes. ¡Cómo no! Qué pena no habernos asomado antes a este lugar. De pronto, las cuerdas de un violín en el segundo piso empiezan a vibrar: el Cascanueces de Tchaikovsky. Veo a Élise emocionarse. Decidimos subir a echar un vistazo al restaurante de arriba y no dudamos en sentarnos en su terraza a obsequiarnos con un pequeño lujo: una tabla de quesos y salami con dos copas vino.


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El espíritu de la Navidad nos pega una bofetada en la cara. Tchaikovsky sigue sonando junto con otras canciones navideñas. Sabíamos que se acercaba pero el clima y el constante movimiento nos lo habían estado ocultando hasta ahora. Es en este momento, en este lugar, cuando se vuelve claro para nosotros. La música, las luces, los espumillones en la barandilla, el belén en un costado del patio interior... La Navidad ya está aquí y es la primera que pasaremos alejados de nuestras familias y amigos. Frente a nuestra cena, lloramos como un niño llora cuando le quitan su juguete favorito.


La llegada de los padres de Élise la semana próxima será agradecida, sobre todo por ella. Sin embargo no será lo mismo ya que nunca sabes quien podría faltar el año próximo.


Sabíamos que esto ocurriría. Fue nuestra decisión y tenemos que continuar hacia adelante.


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